Los dioses quisieron que el día amaneciera soleado y sin viento. Y dado que el frío era muy soportable, los vikingos no quisieron desaprovechar la ocasión de preparar una nueva batalla en una impresionante mañana ciclista. Para ello, cuatro candidato para esta refriega se reúnen en el Parque de las Cruces (Aluche) y deciden llegar por caminos hasta la localidad de Sevilla la Nueva y conquistar la plaza de su ayuntamiento. Largo recorrido que se plantean pero no se asustan al estar curtidos en grandes batallas.
A las 10:15 arrancan con calma y se dirigen hacia el túnel bajo la A-5. Sin darse cuenta, han salido de la urbe y ruedan con destreza campo a través hasta pasar bajo el túnel de la M-40. Grandes extensiones de secarrales les acompañan mientras calientan sus mejores armas. Con un pedaleo constante, y bajo otro túnel, dejan atrás la M-50. Las primeras viviendas les reciben, pero nadie se atreve a mirarles. Saben que en Villaviciosa de Odón siempre les espera una fuerte rampa, como único obstáculo.
Prácticamente, sin desgaste alguno llegan a la fuente junto a la Casa Cuartel y se integran dentro del tráfico del pueblo. Sin obstáculo que les importunen llegan hasta el Polígono Industrial y pasan veloces junto al Parque de Bomberos, entrando de nuevo en caminos de tierra. Una larga y rápida bajada les lleva al Puente de Hierro, sobre el Río Guadarrama, decidiendo hacer un pequeño descanso para planificar los primeros enfrentamiento contra un terreno rebelde.
Con las ideas claras, atraviesan el puente y giran a la derecha para dirigir sus máquinas rodadoras hasta el segundo cruce señalizado como sendas del Parque Regional del Curso Medio del Río Guadarrama y comienza la primera refriega contra un terreno que por momentos se va inclinando más y hace que estos cuatro vikingos se batan con coraje.
Rápidamente consiguen acomodar sus desarrollos y con tranquilidad van recorriendo los 5 km de subida entre bosques de encinas y pinos. Al finalizar el camino, aparecen las primeras viviendas de su inminente objetivo. giran a la izquierda y entre un bosque frondoso llegan a una zona donde han de enfrentarse a los obreros del Canal de Isabel II que intentan cortarles el paso; pero es tal la velocidad que imprimen a sus máquinas que cuando quisieron darse cuenta, se habían colado en Sevilla la Nueva y conquistaban la plaza de su Ayuntamiento. Objetivo cumplido.
Han hecho casi 40 km, y toca volver por los mismo caminos; pero esta vez, les espera un sobre esfuerzo provocado por la distancia y el perfil contrario de terreno que intentará frenarles. Pero se dan cuenta que salir del pueblo no les ocasiona problema alguno, y una pequeña rampa antes de entrar en el bosque es el único inconveniente que se encuentran.
Ahora les toca bajar; con fuerza y mucha seguridad imprimen un endiablado ritmo que en muy poco tiempo les sitúa de nuevo junto al río. Mucha culpa de este ritmo la tuvo la bestia de los pedales, conocido en su tribu como Brutus. Algo debió de ver cuando decidió asegurar el camino para que el resto de los vikingos rodaran con seguridad. De esta forma, cruzan de nuevo el Puente de Hierro, y al entrar en la primera urbanización tienen que destrozar una "pared" con sus platos pequeños.
Una larga subida, que comienza a desgastarlos, les va aproximando a Villaviciosa de Odón y deciden parar junto a la fuente antes de abandonar el pueblo y prepararse para el último tramo. Las horas se van acumulando en sus piernas y aún faltan unas cuantas subidas.
Reanudan la marcha y las fuertes subidas que van superando con gran esfuerzo les lleva hasta la M-50. Pocos obstáculos les queda, nadie les ve y los pocos obstáculos que se encuentran los superan con gran facilidad. Dejan atrás la Ciudad del Banco de Santander con dos subidas escabrosas y pasan bajo la M-40 para dejarse caer con buen ritmo hasta la A-5.
Llegan intacto y con la moral por lo alto al Parque de las Cruces; primero, por haber conseguido conquistar otro pueblo, Sevilla la Nueva; segundo, por haber superado 77 kilómetros con 1047 metros de desnivel acumulado; y tercero, porque saben que les esperan impacientes sus inseparables "rubias".
EL CUADERNO DEL VIKINGO:
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