Las tradiciones navideñas no deben perderse. Dentro de la cultura vikinga uno de los requisitos para subirse en sus máquinas rodadoras es que siempre finalice una batalla con comida y bebida. Y eso es primordial. Llegando las fiestas navideñas no hay mejor justificación para rodar que el premio sea subir a la Plaza Mayor para dar buena cuenta de los famosísimos y exquisitos "bocatas de calamares".
Pues así empieza la corta crónica de hoy. Cuatro vikingos de estómagos inquietos se reúnen en el estacionamiento del Zoo de la Casa de Campo para pasar una fría y húmeda mañana recorriendo las pistas principales con el fin de mantener las máquinas poco embarradas y preparadas para la siguiente batalla que, seguro, será más feroz que la de hoy.
Para entrar en calor, comienzan el pedaleo bajando hasta el Lago y, cogiendo el carril-bici del Anillo Ciclista. deciden bordear este pulmón madrileño ajustándose a la valla que lo perimetra. De esta forma y enfrentándose a varias exigentes subidas consiguen regresar hasta el Zoo para continuar la ruta hasta llegar a la subida del Cerro de Garabitas.
Otro ascenso tranquilo, con descarga de líquidos en lo alto del Cerro, y bajada por el Camino de Somosaguas hasta el Lago, pasando por las instalaciones del Teleférico y las pistas de Tenis.
Con las piernas calientes y los estómagos rebeldes, salen a Madrid Río y, por la Cuesta de la Vega, llegan a la calle Mayor para finalizar la subida en la concurrida y navideña Plaza Mayor. El olfato depredador que poseen los vikingos, les lleva hasta El Ideal para dar buena cuenta de un auténtico manjar madrileño: "El bocata de calamares".
Poco necesita un vikingo para organizar una suculenta comida. Para eso disponen de una máquinas rodadoras que se adaptan a todas la necesidades de estos guerreros tan especiales.
Altitud mínima: 477 m.
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