Hoy es un día de tregua entre tanta batalla vikinga. Una jornada ciclista en la que lo único que se busca es la diversión, disfrutar de la inestimable compañía de buenos guerreros y darle una alegría a la máquinas rodadoras.
El planteamiento de la ruta de hoy no se basa en recorrer grandes extensiones de terrenos, ni la conquista de nuevos pueblos y sus entornos. El planteamiento es mucho más sencillo: dar un "paseo" por la Casa de Campo y celebrar el inicio de las fiestas con la degustación de uno de los típicos manjares de Madrid: "el bocata de calamares".
Diez heróicos vikingos se han atrevido a retar al frío mañanero en un día muy soleado y helado. Una concurrida Casa de Campo les recibe y pone bajo sus ruedas un rápido, técnico y espectacular recorrido por senderos, estrechos descensos sinuosos, y divertidos sube-baja que les calientan las piernas y les despierta el voraz apetito.
Es la hora de darse un homenaje y dejan la Casa de Campo para subir por la Cuesta de la Vega hasta una Plaza Mayor llena de turistas y puestos navideños. La presencia de este grupo vikingo despierta la atención de padres y niños, y con la alegría y el hambre que les caracteriza proceden a dar buena cuenta de unos espectaculares y calientes "Bocatas de calamares " en la calle Montoneras. Siempre acompañados por unas frías rubias enlatadas.
Después de dar buena cuenta de esos espectaculares bocatas toca pasarse por la Plaza Mayor para inmortalizar la llegada de estos guerreros ante la perplejidad de una multitud de turistas y el asombro de un alucinado Felipe III que estuvo a punto de bajarse de su caballo y posar junto a esta horda vikinga.
Así discurrió una espléndida y fría mañana ciclista que ha preparado los estómagos vikingos para las copiosas comidas que les esperan estas fiestas.
Para los que montamos en bicicleta es difícil encontrar un día tan bueno como el de hoy para disfrutar de las dos ruedas. Frescor mañanero, que no impide ir con poca ropa, cielo azulado, terreno asentado y sin polvo, y ausencia de viento. Y estos valerosos guerreros del pedal no iban a dejar pasar esta oportunidad.
A las diez de la mañana, diez biker se concentran en Navalcarnero con la pretensión de enfrentarse a una de los terrenos más engañosos de la Comunidad de Madrid. Se han propuesto llegar hasta la localidad de Chapinería mediante un recorrido circular.
Con el descaro que les caracteriza, atraviesan raudos la Plaza de Segovia y salen del pueblo para introducirse en un pequeño carril-bici que les conduce al pequeño túnel que salva la M-600.
Saben que las primeras refriegas con el terreno van a llegar muy pronto. Conocedores de la orografía de esta zona, no se confían ante la falta de elevaciones, dando la sensación de ser una zona cómoda para rodar en bicicleta. Nada más lejos de la realidad.
La batalla de hoy se va a centrar en acometer las constantes bajadas y subidas que van a tener como obstáculos principales. Si rápidas son unas, lentas son las otras. No da tiempo a calentar las entrenadas piernas hasta que dejan a su derecha el pueblo de Villamanta.
Ahora empieza una zona tranquila entre pinares y encinas que tranquiliza los cuerpos y los prepara para la fuerte subida que se aproxima. Tras una larga bajada llegan a la localidad de Aldea del Fresno. Con el terreno favorable, cruzan la travesía de la M-507 y se dirigen a la M-510, teniendo que pasar por el puente que salva las escasas aguas del final del curso del río Perales antes de su desembocadura en el río Alberche.
Se acabaron los toboganes. Es hora de darlo todo en la principal refriega del día. Hay que subir hasta Chapinería y el terreno no lo pone fácil. Kilómetros de ascensión por terrenos que se tornan técnicos y a algunos les hace poner el pie en tierra.
Con tesón y orgullo vikingo todos llegan al punto de avituallamiento, antes de pasar por el pueblo. Se reponen fuerzas y se disfruta del paisaje.
Las tranquilas calles de Chapinería reciben a la horda vikinga con agrado. Ya es habitual verles por estas lindes. Tal es así que deciden inmortalizar su paso con una foto para el recuerdo desde un buen mirador al lado del colegio Santo Ángel de la Guarda.
Reanudan la marcha. Faltan muchos kilómetros para el final de la jornada y el terreno sigue siendo hostil. Se sale del pueblo con una larga y peligrosa bajada que hace las delicias de los más osados.
Y de nuevo, llegan los toboganes. El sube-baja no cesa. Si disfrutan bajando, echan el resto en las subidas. Cada guerrero, con sus armas, salva todas las dificultades y llegan hasta la localidad de Villamantilla para reponer líquidos. El calor aprieta y aún faltan kilómetros para el final.
Con los cuerpos hidratados se enfrentan al último tramo plagado de toboganes. Los árboles empiezan a desaparecer. La solana cae sobre los cuerpos cansados de los fatigados vikingos. Entran en terreno de secarrales donde los toboganes siguen castigándoles.
Ya otean la torre del campanario y el aislado silo. Aunque ya lo vieron desde muchos kilómetros atrás, su presencia les aporta el último aliento. El pedaleo se vuelve más fluido. Las casas se aproximan. Vuelven a pasar por el túnel que salva la M-600 y se introducen en las empinadas calles de Navalcarnero. Pero tan solo unos metros les separan del final de la ruta.
Una batalla más para el recuerdo en un engañoso terreno que les ha hecho recorrer 57 kilómetros con >900+, y sin presencia de montañas en el horizonte. Ruta sin percances, a buen ritmo y por un entorno muy agradecido visualmente. Pero falta el remate final. Como ya es costumbre, solo seis hambrientos vikingos se disponen a dar cuenta de las viandas del lugar, no sin antes disfrutar de esas "frías rubias" que les esperan al final de cada batalla.
Fin de un espectacular día ciclista. No te pierdas la próxima, los vikingos te esperan.
Un cielo azulado, un tiempo que
presagiaba calor y una ausencia total de viento han compuesto el perfecto
escenario para que Quijorna recibiera a los aguerridos vikingos. Esta vez han
sido seis valerosos guerreros los que se han dado cita en la Plaza del Ayuntamiento
con la intención de rodar por sus inmediaciones y comprobar un nuevo recorrido
circular que estaba previsto para hoy.
La salida del pueblo se torna
exigente para unos músculos aún fríos, pero las máquinas rodadoras hacen su
trabajo y coronan el ascenso entrando en la localidad de Brunete. Un fugaz paso
por sus calles y se dirigen hacia el entorno del Parque Regional del
Guadarrama, dejando a su izquierda la localidad de Villanueva de la Cañada.
Un bonito descenso entre
encinares les sitúa frente al Castillo de Villafranca. Vetusta y solitaria
edificación que da nombre a una enorme urbanización que, en poco tiempo, va a
recibir a estar hordas vikingas.
Con un enérgico pedaleo se
posicionan en las cercanías del Río Guadarrama y dejan el camino principal para
bajar al río, cuando un manojo de alambre de espino quiere truncar la marcha de
los vikingos y se introduce en la horquilla de una de las bicicletas. Por
suerte, no rajó la cubierta y tan solo hubo que cambiar la cámara, con líquido
antipinchazos, que quedó inservible. Un problema para el resto del recorrido.
Unos metros más adelante se
encuentran con una de las joyas arquitectónicas del MTB: el Puente de los
Picapiedra. Faraónica estructura de madera, recientemente reparada, que permite
pasar a la orilla contraria del río Guadarrama. Un rápido refrigerio y
continúan la marcha.
Los frondosos senderos del margen
izquierdo del río Guadarrama provocan un acelerón en la marcha vikinga en este
entretenido y bello paraje. Varios kilómetros de pedaleo llegan al puente de
hierro de la M-503. Sin pausa, suben a la calzada y entran en la gigantesca
urbanización de Villafranca del Castillo.
Otro ataque a las huestes
vikingas viene en forma de abrojo. Otro pinchazo en la rueda averiada. Otro parón
que no impide una rápida reparación y vuelta a la ruta. La salida de la
urbanización es una larga bajada que, al paso por un pequeño aeródromo junto a
Villanueva del Pardillo, se convierte en una constante y larga ascensión por
una calzada de hormigón degradado y muy bacheado.
Con las pulsaciones recuperadas
emprenden la bajada hasta el Embalse del Río Aulencia, por un camino que se
torna intransitable en algunos puntos. Con la técnica del empujebike los
vikingos sortean todas las dificultades y se plantan junto al dique del viejo y
contaminado embalse.
Las sorpresas no han acabado. Tras
pasar por el estrecho puente del dique, tres bicicletas reciben la inoportuna
visita de abrojos. Otra larga parada para intentar reparar las ruedas. Pero ya
se están acabando las cámaras de repuesto, los parches, el pegamento, etc. Hay
que improvisar. Aún queda 15 kilómetros y los caminos y senderos tan secos son
el peor enemigo para las ruedas vikingas.
Pero la imaginación de estos
vikingos no tiene fin y, con dos pequeñas bridas, el guerrero Juancar aísla el
último pinchazo por reparar y consiguen proseguir su marcha; no sin antes
encomendarse al dios Odín para que les proteja de los abrojos en el resto de la
ruta.
La fuerte subida hasta
Valdemorillo no merma las fuerzas de estos incansables ciclistas y pasan raudos
por el pueblo, aprovisionándose de agua, siguiendo en dirección a su destino con
otra constante ascensión.
El tiempo se les echa encima y
toca descender. Estaba prevista la visita a algunas de las reliquias de la
Guerra Civil (cuevas, grutas, bunquer). Pero lo dejan para otro día y
emprenden el rápido, largo y técnico descenso hasta el final de la ruta.
Por fin consiguen finalizar esta
preciosa ruta con un último pinchazo estando ya dentro del pueblo. Un trazado
que no llega a los 47 kilómetros y que les ha hecho rodar por una gran variedad
de caminos y que les ha hecho disfrutar del entorno del Parque Regional del río
Guadarrama y del entorno del Embalse del río Aulencia.
Pero como es costumbre, una ruta
vikinga siempre acaba con la compañía de unas “frías rubias” y con la
degustación de los manjares de la zona. En este caso, obligada visita al
Restaurante El Águila para disfrutar del famoso cocido con garbanzos de
Quijorna.
Fin de la jornada de mountain
bike que estos guerreros vikingos han disfrutado. No te pierdas la próxima.
Una soleada y cálida mañana de mayo recibe al grupo de vikingos en el Polígono Industrial de "El Raso" (San Agustín de Guadalix). El objetivo que se han marcado es volver a recorrer el Cañón del Río Guadalix, territorio ya conquistado en varias ocasiones pero que bien merece volver a visitarlo.
Hoy les acompaña un invitado, Rober, que quiere vivir en primera persona la experiencia de rodar con estos temerarios guerreros del pedal. Pero la gran novedad del día es el regreso al campo de batalla de uno de los grandes jefes de las tribus del Norte. Ese fenómeno de la naturaleza, que el Dios Odín transformó en guerrero vikingo, ha tenido el coraje de apoyar al grupo en la contienda de hoy. Me refiero a la bestia nórdica, El Peke. Con enormes ganas de batallar, la horda vikinga comienza su incesante pedaleo dirigiéndose hacia San Agustín de Guadalix penetrando en un sinuoso y estrecho sendero que les sirve de calentamiento.
Como el carácter depredador es inherente en estos temibles guerreros, optan por no atacar al Cañón directamente y deciden bordearlo por la Dehesa de Moncalvillo para acometer, posteriormente, la embestida definitiva desde uno de sus flancos. Pero para eso tienen que hacer frente a una manada de fieras bestias que les acechan con sus afiladas cornamentas.
Ante la planta guerrera de los vikingos, las reses se apartan y evitan el enfrentamiento a sabiendas de su segura derrota. Sus temibles maquinas se adentran por caminos y pistas y pasan junto al imponente Viaducto de la Retuerta.
Pero la orografía del terreno no se lo va a poner fácil. La subida a la Dehesa de Moncalvillo les hace ser prudente y con la técnica del empujebike ascienden hasta la cerca de la Dehesa y hacen una pequeña parada para agruparse y otear el espectacular horizonte.
Sin dilatarse en el tiempo, continúan la marcha por los bellos parajes de la Dehesa hasta que
salen a las degradadas y solitarias Pistas del Canal. Un terreno engañoso que
bien podríamos denominar como "falsos llanos". Pero el perfil de este
terreno les hace subir su velocidad y antes de llegar a laUrbanización Montenebro,se desvían por un
camino a su derecha y bajan alCorazón del Cañón posicionando sus máquinas rodadoras sobre el
espectacularViaducto de Negri,atreviéndose a cruzarle y disfrutando del inigualable paisaje del Cañón.
Pocos fueron los buitres que osaron planear sobre ellos. La sola presencia de El Peke, con su indumentaria amarilla, les hizo permanecer en sus posaderas y esperar a que los vikingos salieran de su territorio.
Tras su primera incursión en el Corazón del Cañón, vuelven a rodar raudos por las pistas degradadas para llegar llegar al Embalse de Pedrezuela y admirar su vertical dique.
Y como buenos estrategas, decidieron hacer una pequeña parada junto a las aguas del embalse y bajo la sombra de los árboles. La parte dura del recorrido ya está hecha.
Dejan atrás el embalse. El calor no les ayuda y el paso por la localidad de Pedrezuela es raudo. Pero el perfil del terreno les favorece y con un largo y rápido descenso llegan hasta el Azud del Mesto, (difícil verlo en bicicleta), volviendo a rodar por un estrecho sendero junto al río Guadalix y en el interior del Corazón del Cañón.
Antes de finalizar su ruta, los vikingos se acercan a las proximidades de la Cascada del Hervidero, habiendo sorteado antes y con rapidez dos imprevistos pinchazos.
Como la presencia de las "famosas rubias" está cerca, deciden no bajar a la cascada y dejarla para otro día, no sin antes llevarse un recuerdo gráfico de este bonito paraje.
Los vikingos están acostumbrados a superar cualquier imprevisto que se encuentren en el camino. Nunca es sencilla una ruta pero están acostumbrados a salir airosos. Por eso, ante la mala decisión de tomar una pista equivocada, el compañerismo de estos guerreros hizo que el "empujebike" por las escaleras fuera menos tortuoso.
La llegada al final de la ruta es inminente, pero la sabiduría del Peke y su conocimiento del terreno, les lleva junto al sombrío paraje del rio Guadalix, atravesando el pequeño puente de madera y siendo testigo, quien escribe, de como se mimetizo el temible guerrero nórdico en el escondido e inimaginable sendero que culmina la bella etapa de hoy.
No existe contienda que no tenga como final el premio esperado por estos guerreros. Siempre están ahí, esperando que regresen sudorosos y cansados para refrescarles y prepararles para la degustación de las viandas de la tierra. Me refiero a esas "frías rubias", tan necesarias para la recuperación de la musculatura de los vikingos.
Y aquí acaba esta pequeña contienda vikinga que, seguro, no aparecerá en los libros de historia pero que estos valerosos guerreros recordarán y transmitirán a sus descendientes, como así lo han hecho con el alucinado Alvarito que no daba crédito a tan heroica gesta mientras daban buena cuenta de los manjares del restaurante.
Gran ruta la de hoy que, sin ser muy larga, les ha hecho rodar por el fantástico entorno del Cañón del Río Guadalix. Todo se acaba, pero la próxima está al caer.