Nueva concentración vikinga en Humanes de Madrid. Ocho aguerridos guerreros se van a adentrar en lo que viene siendo una tradición: en "Territorio Camuñas". Se han marcado como objetivo revisar los territorios previos al Arroyo de la Puentecilla y regresar por el municipio de Batres, aprovechando una mañana soleada aunque algo fresca.
Con sus impolutas máquinas rodadoras, inician esta ruta saliendo de Humanes para dirigirse a la localidad de Griñón. Pequeños percances presagian una batalla complicada. Algunos despistes entre tantos gps, camiones por el camino acondicionando el terreno con bancales de arena apisonada y desvío por pastizales para salvar las obras de una canalización. Demasiados imprevistos para el arranque de la jornada. No debe estar muy contento Odín en el Valhalla, tanto tiempo sin ver a las hordas vikingas pedalear por los caminos no le ha debido de hacer mucha gracia y, como represalia, les ha preparado una contienda digna de grandes héroes.
Con su incansable y veloz pedaleo se presentan en el Arroyo de la Vega, bajo la M-404. Terreno muy roto y arenoso. con estrechos senderos que se confunden con la alta vegetación. Bajo el paso elevado se cruzan con un gran rebaño de cabras. Los pobres animales, asustados ante la malicia de las miradas vikingas, salen huyendo y dejan libre el camino para que las huestes vikingas continúen su marcha.
Las pistas arenosas dejan paso a ocultos senderos donde, más que ver, se intuye el camino a seguir. Pero al llegar al Arroyo de Prado Bajo, junto a una finca raramente vallada, intuyen la continuidad del camino a través de un estrecho sendero intransitable y cubierto de cañas secas, lo que les obliga a descabalgar de sus monturas y emprender un corto pero complicado trayecto donde algún guerrero salió marcado.
Al salir de la trampa, pensaron que ya habían pagado por su largo periodo de inactividad, pero la penitencia iba a ser más cruel. Tras vadear el pequeño arroyo se adentran por un pequeño e intransitable repecho para acabar junto a terrenos arados donde solo queda volver a empujar las bicicletas.
El espíritu vikingo devuelve la ilusión a estos sufridores ciclistas y emprenden una rápida bajada para llegar al Arroyo de la Puentecilla donde esperan encontrarse con un frondoso pinar que arropa al arroyo durante su recorrido.
¡Qué ilusos!. Odín vuelve a atizarles por no salir con sus máquinas rodadoras más a menudo. Lo que se encuentran estos guerreros del pedal es una auténtica apocalipsis. Un desastre ecológico, un paisaje devastado por los rayos de los dioses nórdicos. Una tala masiva de los pinos en la linde del Arroyo de la Puentecilla, no troceados ni retirados aún es el paisaje real que tienen ante sí los incrédulos vikingos. Una trampa preparada por una mente divina para minar la moral ciclista y hacerles recapacitar sobre sus capacidades físicas y mentales.
De vuelta a los caminos transitables, dejan atrás el arroyo y suben de nuevo hasta la linde con la AP-41, estando obligados a reconfigurar la ruta inicial. De esta forma, llegan hasta la vía pecuaria del Camino de Batres y se dirigen raudos hasta el pueblo dejando a su izquierda el solitario Castillo de Batres.
Las máquinas rodadoras dejan su impronta sobre las calles de Batres y se alejan del pueblo por una empinada carretera que tiene su continuidad por ascendentes pistas hasta cruzar por el puente de la AP-41, lugar donde se agrupan para llegar unos metros más adelante a la M-410. La única forma de atravesarla es por un estrecho paso de forma cilíndrica, sin apenas visibilidad y con firme arenoso. Pero a estas alturas de la ruta, esta última trampa no es impedimento para continuar y finalizar el recorrido de hoy.
Con el trabajo bien hecho y habiendo salido victoriosos en las refriegas y múltiples trampas dejadas por dioses enojados, se aproximan a su destino final y, antes de entrar en Humanes se agrupan para inmortalizar la gesta de hoy.
Altitud mínima: 487 m.