jueves, 21 de junio de 2018

LOS NEVEROS DE RIAZA

Una de las costumbres que han perdurado en el tiempo dentro de las tribus vikingas es la de hacer partícipes de sus victorias a sus descendientes. Muy común era concentrarse en medio de los bosques para celebrar las gestas y rememorar las grandes batallas que acrecentaron sus territorios.

Como no podía ser de otra forma, un pequeño grupo de guerreros vikingos junto con sus máquinas rodadoras se concentraron en Riaza (Segovia) para celebrar el solsticio de verano y, para no faltar a sus costumbres, darse un homenaje a costa de las terribles refriegas de las que salieron victoriosos. 

Se iba a preparar una opulenta comida en las profundidades de la Sierra de Ayllón, e iba a ser testigo de ella un futuro vikingo, Manuel, junto tres grandes cocineros nórdicos, Álvaro, Peke y la vikinga Maribel. Pero para ello, los guerreros del pedal debían de salir a cazar algún corzo para echarlo a la lumbre. La bebida ya estaba preparada pero, estaba fría.




A una mente prodigiosa, como la del patriarca Carmona, solamente se le podía ocurrir ir a buscar hielo en Los Neveros de Riaza. Para ello, debían de ascender hasta la Estación de Esquí de La Pinilla. Así pues, los vikingos Carmona, Richi, Óscar, Chao y Gerar se pusieron en marcha desde el campamento base de Riaza.




Pasando junto a las piscinas municipales se adentran en los profundos bosques sorteando varias cancelas para que las reses no se escapen. Largas y empinadas cuestas no detienen ni aminoran el ritmo de los cinco guerreros hasta que pasan la última cancela, saliendo a la carretera que les lleva hasta la Estación de Esquí de La Pinilla y desde donde divisan los deseados Neveros de Riaza






Llegados a este punto, como buenos estrategas, los vikingos se distribuyen el trabajo y se decide que el guerrero Chao sea el encargado de llevarse el hielo de los Neveros y bajar en solitario hasta el campamento base para ir enfriando las frías rubias que agotarán durante la comida. 

Mientras, los cuatro vikingos restantes con sus temibles y veloces máquinas continúan el recorrido entre los bosques en busca de un gran corzo para despacharlo en el fuego.  Lo primero que encuentran es la escondida y solitaria Ermita de San Benito, tras vadear algunos arroyos.


Ermita de San Benito

Prosigue la marcha de este reducido grupo evitando caer en la trampa que la Sierra les tenía preparada en forma de caminos intransitables por el barro y por la gran cantidad de agua que emana en esta época del año dentro del bosque. Siguiendo al patriarca Carmona, emprenden una veloz bajada que les aleja del peligro y suben hasta la localidad de Riofío de Riaza para reponer líquidos.


Riofrío de Riaza

Como buenos previsores que son, supervisan la escondida zona del bosque donde van a celebrar la fiesta vikinga en el primer día de verano, junto a la Ermita de Hontanares. Pero es en la bajada hacia Riaza cuando, en una curva, un enorme corzo quiso interponerse en el camino de esta reducida hueste vikinga siendo lo último que vio el incrédulo astado.


Ermita de Hontanares

Ya en el campamento base de Riaza, los hambrientos y sedientos vikingos guardan sus máquinas rodadoras y junto con los tres cocineros y el futuro vikingo Manuel, suben hasta las proximidades de la Ermita de Hontanares y se disponen a preparar las viandas y darse un buen homenaje con las rubias y frías cervezas enfriadas con el hielo de Los Neveros de Riaza que bajó el astuto guerrero Chao.






En todas las localidades próximas a la Sierra de Ayllón se tuvo conocimiento de la gran fiesta vikinga que conmemoraba las innumerables victorias por todo el territorio nacional y la celebración del solsticio de verano. El mensaje les llegó en forma de una gran columna de humo que emanaba entre las copas de los árboles.






La gran maestría del chef vikingo Chicotus, más conocido como Álvaro hizo las delicias de toda la familia vikinga con la inestimable supervisión del Peke y Maribel. 








Los árboles del bosque fueron testigos de como toda la tribu vikinga degustaba las sabrosas carnes y las gélidas bebidas mientras la mascota, Jara, correteaba en busca de palos.







Pero los que piensen que las fiestas vikingas finalizan cuando se acaban los manjares es que no conocen a esta tribu ciclista. Son muy pocos los que lo saben, pero sus musculados y desarrollados cuerpos han de pasar por las termas serranas para conservar su feroz apariencia.









Así es como finaliza una fiesta vikinga, con una ruta algo exigente de 32 kilómetros, la degustación de una magnífica barbacoa bañada con frías y espumosas rubias más alguna botella de vino, la recuperación muscular con un divertido baño y la sensación de haber pasado un gran día en la mejor compañía. 

HASTA LA PRÓXIMA



EL CUADERNO DEL VIKINGO:

Total kilómetros: 31,90 Km
Tiempo total invertido: 3 h 09' 27''
Tiempo en movimiento: 2 h 25' 48''
Tiempo detenido:  43' 39''
Velocidad media en movimiento: 13,10 km/h
Velocidad máxima: 59 km/h
Altitud mínima: 1065 m.
Altitud máxima: 1497 m.
Desnivel acumulado ascendiendo: 823 m.
Desnivel acumulado descendiendo: 694 m



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PLANO DE LA RUTA:




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by Gerar

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